miércoles, 6 de junio de 2012

LA ALFOMBRA ROJA I

Hace una semana, después de mucho tiempo sin vernos, quedé con mi amiga Brenda Desatinos. La idea era tomar un refresco rápido, pero la conversación, como tantas otras veces, se alargó hasta bien entrada la madrugada. Brenda Desatinos me contó que había viajado recientemente al norte para asistir a la boda de una compañera de trabajo. El bodorrio -según me dijo- se celebró por todo lo alto, las familias de los novios no escatimaron en gastos, y fue tanto el esplendor y tanta la majestad con que se festejó el enlace que los invitados no pudieron menos que sentirse alagados. 

Brenda Desatinos tiene treinta años, pero no es de esas mujeres que se dejan amedrentar por la edad. Está soltera -en mi opinión- porque aún no ha encontrado al hombre que de verdad la merezca. Oportunidades no le han faltado, desde luego. El caso es que acudió a la boda de su amiga sin acompañante, dispuesta a pasarlo en grande, con muchas ganas de reírse y bailar, pero una alfombra roja y un estúpido fotógrafo se interpusieron en su camino, y todos sus planes de parranda se vinieron abajo. 


El banquete tuvo lugar en una finca ubicada a las afueras de la ciudad, plantada en lo alto de una pequeña colina. El acceso al recinto estaba perfectamente delimitado por una larga y mullida alfombra roja. Un fotógrafo de barriga prominente y bigotes espesos, al más puro -y hortera, por cierto- estilo hollywoodiense, andaba nervioso de un lado a otro, inmortalizando el inolvidable momento. Los invitados, en su mayoría viejos carcamales venidos desde muy lejos, posaban alegres ante la cámara. Brenda Desatinos vislumbró en la distancia los flashes, presa de un entusiasmo creciente, y lamentó enormemente no tener un espejo a mano para retocarse el peinado. El fotógrafo retrató a la joven pareja de enamorados que precedía en orden a Brenda Desatinos. "Ahora me toca a mí", pensó ella, atusándose disimuladamente la melena. Pero aquel miserable desvió la cámara hacia otro lado y fue retirándose poco a poco del puesto que ocupaba, dispuesto a fotografiar paisajes mucho más interesantes. 


Mi amiga Brenda Desatinos -a mí me hubiera pasado lo mismo- se sintió de alguna manera dolida, y despreciada, y humillada, y todos los adjetivos terminados en "ada" que puedan imaginarse. "Afrodita -me dijo-, ¿por qué aquel idiota no me fotografió?". "Cielo -le contesté-, porque tú eres UNO y los otros eran DOS. 

7 comentarios:

  1. Pobre Brenda... Esta sociedad nos impone que no somos completos sin "nuestra otra mitad", qué hipocresía.
    Me gustó mucho tu post,
    Saludos desde Argentina

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  2. Hay amores que matan, sobre todo el amor propio.

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  3. No la fotografió porque su miopía intelectual le impide ver más allá de su propia barriga...

    Porque en su cortedad de miras imaginó, animalico mío, que una no querría conservar recuerdo de aquella boda en cuya invitación no puso (+1) al responder... porque el fotografo había visto demasiado a Bridget Jones y supuso (alma de cántaro, que nada hbía más humillante para una dama que ir sola a tan magno evento y que, a buen seguro no querría constancia gráfica de tal circunstancia...

    En resumen...porque el pobre es T-O-N-T-O (así, en mayúsculas y con todas las letras) y que necesita dos medallas que lo acrediten (una por imbécil y otra por si la pierde)

    Un brazo: JB

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    1. jajajajajaja... ¡¡¡Cómo me he reído con tu comentario!!! ¡¡¡Qué bueno!!! Gracias por hacerte seguidor!!!!! :)

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    2. jajaja, qué bueno.

      http://elarmariodelanena.blogspot.com.es/

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